viernes, 5 de agosto de 2011

Madres trabajadoras: ¿Impacto para el desarrollo de los hijos?

Para muchas mujeres madres y trabajadoras fuera del hogar, el tener hijos plantea un gran dilema e incluso dudas y sentimientos de culpa respecto a si desarrollarán o no un buen papel como madres, por el hecho de no poder dedicar tanto tiempo al niño. Recientemente, los resultados de un estudio elaborado por un equipo del Departamento de Epidemiología y Salud Pública de la Universidad College de Londres, ha arrojado datos que contribuyen a mitigar estas creencias o dudas, apoyando la idea de que lo importante no es tanto el tiempo que los padres comparten con los hijos, sino la CALIDAD del mismo.
Como ya se ha mencionado anteriormente en este blog, existen ciertas creencias e ideas muy asentadas en gran parte de la sociedad acerca de cuáles son los papeles y tareas asignadas tradicionalmente a los hombres y las mujeres (roles de género). Entre estas creencias e ideas se encuentran las que versan sobre el desempeño de los papeles de padre y de madre, estableciendo diferencias entre las cosas de las que se debe ocupar cada uno y el tiempo que debe dedicar al desempeño de la responsabilidad parental.
Esta carga de aprendizaje cultural, que tiene sus raíces en una amplia tradición, se convierte muchas veces en un obstáculo con el que tienen que lidiar muchas mujeres, para las que se hace difícil dar el paso de ser mujeres trabajadoras sin que aparezca el sentimiento de culpa o las dudas de estar o no cumpliendo correctamente con su función como madres, si sus hijos notarán su ausencia o si el que ella trabaje puede generarles carencias emocionales.
El antes citado equipo de investigación, dirigido por la doctora Anne McMunn, estudió una cohorte de 18.819 niños británicos nacidos entre 2000 y 2002 y les siguieron (al 79% de ellos) hasta que cumplieron cinco años. Sus resultados indican que tanto para los niños como para las niñas, la situación ideal, en la que se dieron menos problemas de conducta, fue aquella en la que ambos padres tenían un trabajo remunerado fuera de casa. No obstante, hay que aclarar, como apunta el doctor Miguel Ángel Díaz Sibajo, de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital de Día de Algeciras (Andalucía), que son muchas y muy variadas las situaciones laborales que se pueden presentar en un hogar, así como las relaciones que se puedes establecer entre los padres y entre éstos y sus hijos. Por ello hay que tomar esta afirmación con cautela. Es cierto que el que una madre trabaje fuera de casa no necesariamente tiene que generar problemas emocionales ni carencias a sus hijos, pero también es cierto que todo depende de cómo se gestione el resto del tiempo que se dedica a los hijos y cómo se maneje la crianza y educación de éstos, tarea que no es para nada fácil.
La jornada laboral es una variable importante, como señala Díaz Sibajo, pues los padres con jornada intensiva podrán dedicar un mayor tiempo a sus hijos y a llevar a cabo un mejor seguimiento del desarrollo de éstos así como establecer ciertos lazos que se establecerán más difícilmente por un padre/madre que llega a casa al final del día. Evidentemente, la calidad de la relación con el hijo se ve afectada por variables como ésta, y no por el hecho de trabajar o no. Incluso aunque la jornada laboral de un padre le impida pasar mucho tiempo con sus hijos, se pueden hacer cosas para favorecer que se establezcan unas relaciones familiares positivas, basadas en la confianza, el apoyo mutuo y la comunicación. Pongamos por ejemplo que un niño o niña tiene unos padres pilotos, ¿significa esto que las relaciones entre ellos van a ser necesariamente peores que las que establece cualquier otro niño con unos padres que vivan con él? La respuesta es NO, pero la clave vuelve a estar en el manejo que se haga de los tiempos de interacción con los hijos y cómo los padres se organicen para prestar al niño la atención que necesita.
Tener hijos es un acto de responsabilidad y exige gran implicación. Pero con esfuerzo, puede hacerse compatible con una vida laboral y social, que además enriquezca a su vez las propias relaciones familiares y el estilo de vida que la familia construya. Si se hace bien, todos pueden verse beneficiados: los padres tendrán otros contextos donde desarrollar sus capacidades como personas, continuar aprendiendo y donde exponerse a refuerzos y reconocimientos tanto personales como sociales. Además si ambos padres trabajan, habrá dos fuentes de ingresos en la familia y más probabilidad de que el niño pueda ver satisfechas las necesidades que vaya a tener durante el proceso de desarrollo (sin que ello signifique caer en el error de consentir todos sus caprichos); por su parte, el hijo/a podrá beneficiarse de esa situación y del tipo de conductas y “formas de pensar” a las que les expongan sus padres como modelos. Por esta razón, hay que insistir que si se realizan bien las funciones de crianza, no tienen por qué aparecer problemas de conducta en la infancia.
En relación a lo anterior Anne McMunn, explica que, en general "las madres que trabajan fuera de casa suelen tener un mayor nivel educativo, más ingresos y más motivos de satisfacción, por lo que tienen menos probabilidades de deprimirse que las que están en casa. Y el estado de ánimo de la madre influye en el niño y en su conducta". Estos datos refuerzan la idea de que no sólo el que ambos padres trabajen no tiene por qué ser problemático, sino que puede incluso tener su vertiente positiva, pues a esta condición se le asocian en muchos casos variables como el nivel educativo, el nivel socioeconómico, el tipo de información, creencias y enseñanzas que los padres trasmiten y el tipo de conductas que modelan, que pueden favorecer un desarrollo infantil positivo.
La importancia de que todo llegue a buen término radica en el manejo que hagan los padres de la situación. Todos los expertos coinciden en este punto. Es determinante el cómo actúen los padres cuando estén con sus hijos a la hora de establecer límites, poner normas, premiar, castigar, reforzar, mostrar afecto y atención… En definitiva, de cómo manejen los padres los principios de aprendizaje (reforzamiento, castigo, extinción), sabiendo adaptar sus exigencias al nivel de desarrollo del niño en cada momento, va a depender que sus hijos incorporen un repertorio de conductas adecuado para la interacción con su medio a cada edad.

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