lunes, 29 de agosto de 2011

La Personalidad: ¿A qué nos referimos?

¿De qué estamos hablando cuando hablamos de Personalidad?

A pie de calle está bastante extendida la concepción de la Personalidad como una “forma de ser” que caracteriza a la persona y que es bastante difícil de modificar. Se concibe como una especie de “esencia” interna que diferencia a la persona de otras y le hace ser único. Se le suele atribuir además un carácter innato, razón por la cual se considera difícil de modificar, llegando esta creencia en ocasiones a justificar ciertos comportamientos o la ausencia de cambio de los mismos: “Soy así, no puedo evitarlo”.
¿Cómo se define la Personalidad desde el punto de vista psicológico (desde la Psicología Conductual)?
Estaríamos de acuerdo en que la Personalidad hace referencia a un “modo estable de ser” de cada persona concreta, es decir, por Personalidad aludimos a una serie de patrones de comportamiento relativamente estables que tienden a desplegarse ante un gran conjunto de situaciones vitales. Es por ello por lo que nosotros mismos y la gente que nos conoce, en base a la experiencia previa de cómo nos hemos comportado en el pasado en situaciones similares, podemos/pueden hacer predicciones relativamente certeras sobre cómo nos podremos comportar. No obstante, el que existan en nuestro repertorio de conductas patrones de comportamiento relativamente estables no quiere decir 1) Que dichas tendencias o patrones sean innatos, 2) Que éstos determinen nuestra conducta en cualquier situación y 3) Que no puedan ser modificados.
Clarificando la noción de Personalidad…
Expliquemos uno a uno los puntos anteriores:
1)      La Personalidad no es innata: Venimos al mundo con un repertorio de reflejos muy básicos a partir del cual empezamos a interactuar con el entorno y a desarrollar patrones de conducta cada vez más complejos. A lo largo del desarrollo las conductas que vamos incorporando a nuestro repertorio son cada vez más elaboradas, incluyéndose tanto conductas motoras observables, como creencias y modos de pensar (conducta cognitiva o encubierta), formas de sentir, reaccionar, emocionarse… Todas estas conductas observables y encubiertas que se incorporan a nuestro repertorio son producto de los aprendizajes que tienen lugar en nuestra interacción con el entorno. Innatos sólo serían esos reflejos básicos iniciales, a partir de ahí, lo demás es aprendido y lo que aprendamos y lo que no, vendrá determinado aquí sí, por el tipo de experiencias y estimulación a que estemos expuestos: aprendizaje por experiencia directa, aprendizaje por observación de otros modelos, aprendizaje a través de la información que nos transmiten verbalmente otras personas… 

2)      La Personalidad no determina nuestro comportamiento: A lo largo de nuestra historia de vida vamos confeccionando lo que se denomina “Historia de Aprendizaje”. Ésta alude a todos aquellos comportamientos que hemos ido incorporando a nuestro repertorio como resultado de haber estado expuestos a situaciones que nos han permitido aprender esas respuestas o esas maneras de actuar, sentir, pensar y reaccionar y en las que han sido funcionales (útiles) por habernos ayudado a manejar esas situaciones y nos han permitido obtener resultados positivos. Lo que nos es útil lo incorporamos a nuestro repertorio y lo que no nos ayuda, lo desechamos. Incluso aquellas conductas o maneras de pensar que a otros les pudieran resultar inadecuadas o contraproducentes, podrían resultar funcionales o haberlo resultado en el pasado para una persona y por ello podrían mantenerse en su repertorio, incluso pese a que ya no sean tan adaptativas o aunque no lo parezcan a los ojos de los demás. Hay que entender que el repertorio de conductas de cada persona es único y responde a su historia de aprendizaje que también es única. Algunas cosas aprendidas en el pasado porque en su día fueron adaptativas y ayudaron a la persona a manejarse y a funcionar en su entorno podrían mantenerse hoy por hoy pese a que ya no sean tan útiles, simplemente por el hecho de haberse repetido mucho en el pasado y haberse consolidado fuertemente en el repertorio. Este efecto de consolidación que es producto de la repetición de ciertas conductas o ciertas formas de pensar es lo que nos permite hablar de estabilidad a la hora de referirnos a la personalidad.

Como venimos diciendo, a lo largo de las experiencias vitales vamos haciendo nuestros (incorporando al Repertorio Básico de Conductas) aquellos comportamientos que nos son útiles y beneficiosos (reforzantes) para adaptarnos al medio, los cuales pueden ser repetidos en muchas situaciones similares, en los que obtendrán igualmente beneficios (consolidándose cada vez más). Cuando una conducta es útil en cierta situación, también puede ser aplicada con resultados igualmente positivos en situaciones similares (efecto de generalización del aprendizaje), por lo que aprendemos a ampliar el uso de esa conducta, de manera que otros estímulos también funcionen como desencadenantes de la misma. De esta manera, vamos aprendiendo ciertos comportamientos (acciones, ideas y creencias, respuestas emocionales…) que tendemos a repetir, quedando estos cada vez más consolidados. La investigación ha demostrado que en general, cuantos más ensayos de una conducta se realicen, más asentada quedará esta respuesta en el repertorio de conductas y más resistente será a la modificación, aunque esta afirmación tiene sus matices, ya que en esto intervienen también otras variables (ej. programa de refuerzo al que se haya sometido la conducta: si ha sido reforzada en todas las ocasiones o ha sido reforzada o beneficiosa sólo en algunas…).

El que un patrón de comportamiento sea relativamente estable como resultado de haber sido ventajoso (haber sido reforzado) en diversas situaciones de nuestra historia de vida, no quiere decir que sea determinante de nuestra conducta en otras situaciones diferentes. Lo único que quiere decir es que cuando una conducta ha sido reforzada aumenta la probabilidad de que se utilice o se emita en las mismas circunstancias o en parecidas, pero no porque estemos determinados a ello, sino porque HEMOS APRENDIDO que es ventajosa. Esto explica que recurramos con mayor facilidad a conductas ya asentadas en nuestro repertorio en lugar de probar otros comportamientos o interpretaciones (pensamientos acerca de las situaciones) nuevas. De esta manera, lo más probable es que los viejos hábitos de conducta se sigan consolidando, consolidándose de esta manera lo que llamamos Personalidad. No obstante, si nosotros quisiéramos poner a prueba otros modos de actuar o reaccionar u otros modos de pensar ante las situaciones, podríamos hacerlo sin necesidad de “atarnos” a nuestra historia de aprendizaje pasada.

3)      La Personalidad puede ser modificada: Si entendemos la Personalidad como la venimos definiendo aquí (patrones de comportamiento relativamente estables en el tiempo y a lo largo de las situaciones que son producto de la historia de aprendizaje de cada individuo), podemos asumir, que en tanto que dichos patrones de comportamiento estables son aprendidos, también podrían ser modificados. Acabamos de decir que si nosotros quisiéramos, no tendríamos por qué sentirnos determinados a comportarnos como lo hemos venido haciendo en las diferentes situaciones por las que hemos pasado, porque nosotros tenemos la capacidad de decidir cómo queremos comportarnos sin necesidad de “atarnos” a nuestra historia de aprendizaje previa. Debemos tener en cuenta que la capacidad de aprendizaje y por tanto, la capacidad de cambio de las personas es enorme, aunque no es menos cierto que cuanto más consolidado está un comportamiento, más difícil será modificarlo o no optar por responder de esa manera ante situaciones en las que previamente ha resultado útil o con características similares a aquellas. La historia de aprendizaje previa no nos determina, aunque sí hace más probables ciertas conductas, y por tanto, más improbable o difícil el cambio en los patrones que ya han recibido mucho refuerzo previo y esto es así tanto para aquellos modos de pensar y comportarnos que son vistos como positivos por nosotros mismos y por nuestro entorno, como para aquellos que en un momento dado pueden resultar molestos para nosotros mismos y para nuestro entorno. No obstante, estos patrones de pensamiento y actuación se terminan convirtiendo con el tiempo y la repetición en características individuales o “señas de identidad” a nuestros ojos y a los ojos de los demás, funcionando en muchos, como ya hemos aludido, como justificaciones para nuestros actos y como excusas para no implicarnos en un cambio, pese a que el cambio SÍ sería posible.

Del mismo modo que una conducta o una manera de pensar o interpretar la realidad se convierte en un hábito estable como consecuencia de la repetición, se puede seguir el camino inverso para “deshabituarnos”. Esto pasa por poner a prueba otros tipos de actuaciones o de interpretaciones alternativas ante las situaciones en las que solíamos recurrir a los patrones anteriores. Esto no será fácil, ya que en muchos casos los comportamientos más asentados aparecerán o se desplegarán de manera casi automática ante los estímulos antecedentes, que funcionen como discriminativos o elicitadores de los mismos, pero de nuevo, con la práctica y la repetición de las conductas o pensamientos alternativos, en cuestión de tiempo, los nuevos hábitos de actuación y pensamiento podrán sustituir a los antiguos.

Lo bueno de todo lo que hemos venido viendo es que la Personalidad no nos limita, sino que el término PERSONALIDAD es tan solo una etiqueta descriptiva que utilizamos para aludir a un conjunto de comportamientos que son relativamente estables (en el tiempo y a lo largo de las situaciones) y que son producto de la historia de aprendizaje previa, pero que en tanto en cuanto se trata de patrones de conducta aprendidos, también pueden ser modificados. La personalidad está compuesta por hábitos que podrían ser sustituidos por otros hábitos nuevos en el momento en que la persona quiera y se lo proponga y realice un esfuerzo para que las conductas que previamente se han ido consolidando a lo largo de la historia de aprendizaje sean sustituidas por otras, probablemente más beneficiosas en el momento actual.
De igual modo que ninguno de nosotros somos idénticos a quienes éramos hace años, sino que hemos evolucionado y modificado muchos aspectos de nosotros mismos (de nuestra manera de actuar y de pensar), tampoco seremos los mismos ahora que en el futuro. El grado de cambio ya dependerá de nosotros y de las experiencias de aprendizaje a las que nos exponga la vida. Es probable que en el futuro quede en nuestro repertorio mucho de nuestra experiencia pasada, pero otras muchas cosas serán modificadas. Aquello que persiste y que permite reconocer en nosotros cierta, llamémoslo “esencia”, es precisamente lo que nos lleva a hablar de Personalidad, pero no estaríamos hablando de otra cosa que de patrones de conducta muy consolidados que persisten en el tiempo y que probablemente, si en el transcurso de los años no han sido modificados como sí lo han sido otros, es porque resultan ventajosos en algún sentido o porque el esfuerzo que supone el cambio no compensa los costes que esos comportamientos (esas formas de actuar o pensar) puedan suponer. Muchas veces lo que explica que no cambiemos algo de nosotros mismos (de nuestro repertorio de conducta) es precisamente el esfuerzo que implicarse en dicho cambio supone, haciendo que resulte en el balance, más ventajoso continuar comportándonos como tendemos a hacerlo, incluso a pesar de que la contrapartida de esos comportamientos no sea siempre todo lo beneficiosa que quisiéramos. Por ejemplo, podrían darse situaciones en las que cierta manera de reaccionar o comportarnos generase molestias al resto o incluso nosotros mismos podríamos darnos cuenta de que no es la mejor manera de reaccionar, pero por ser una respuesta ya muy automatizada, resultarnos muy costoso modificarla y preferir seguir actuando de ese modo pese a tener que asumir o aguantar el desagrado o la crítica de los otros (o incluso nuestra propia autocrítica). Como ese desagrado o crítica dura poco, la presión para el cambio de conducta es muy reducida. Además las personas también aprendemos a través de la experiencia con el resto de personas de nuestro entorno a predecir sus reacciones, es decir aprendemos los “rasgos de personalidad” (los patrones de conducta) que caracterizan a las personas cercanas y de igual modo que nos justificamos a nosotros mismos, también aprendemos a justificar o a pasar por alto ciertas conductas de los otros aludiendo al “él/ella es así”, “es su manera de ser”. Esto contribuye a que esos patrones de conducta se sigan consolidando y asentando cada vez más sin que la persona o nosotros mismos (si es el caso) nos veamos en la necesidad de realizar ningún cambio.

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3 comentarios:

  1. Muy bien explicado Miriam. De hecho, el error del conductismo metodológico es precisamente concluir o inferir "rasgos" o "constructos" abstractos, supuestamente internos, por medio de muestras de conducta observables. Sin embargo, se concluye que alguien es optimista, por ejemplo, por lo que hace y/o dice, y uno puede cambiar lo que hace y/o dice, por lo que puede aprender a ser optimista o pesimista. Es más, no existe otra forma de saber "cómo es alguien" que escuchándolo, observándolo o leyendo sus respuestas. Es lo que, en definitiva, haría un "test de personalidad" (a través de las muestras de conducta, concluyen si alguien es de una forma u otra), aunque ya sabemos las limitaciones con las que cuentan. El problema está en que se cae en el error de concluir que la gente dice o hace algo "porque es pesimista u optimista", cuando en realidad no hay nada "dentro" (en nuestras radiografías no saldría ese pesimismo u optimismo, ni tampoco se han encontrado los genes relacionados).

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  2. Efectivamente Gala, como tu muy bien has explicado, etiquetas como “Autoestima”, “Optimismo”, “Personalidad” nos sirven para aludir a constructos que son el resumen de un conjunto de conductas, pero es precisamente porque esas conductas están presentes en el repertorio de conductas de la persona por lo que podemos aplicar precisamente dichas etiquetas o constructos para describir a la persona. El uso de las mismas tiene ciertas ventajas pues nos permite a todos más o menos hacernos una idea de qué estamos hablando (todos nos podemos imaginar a qué nos referimos cuando decimos que una persona es optimista o tiene baja autoestima), no obstante, no nos dicen nada acerca de los comportamientos concretos por los que se aplica dicha etiqueta a una persona. La labor de los psicólogos, como especialistas en el análisis del comportamiento,sería especificar de qué estamos hablando cuando decimos que alguien es "pesimista" o a qué se refiere una persona que acude a terapia diciendo que tiene “baja autoestima” o que quiere cambiar “su forma de ser" o su "personalidad”.

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  3. Miriam me gusta lo que has esctito sobre personalidad.

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