sábado, 9 de julio de 2011

Intervención Psicológica desde Atención Primaria: Necesidad y utilidad.

En el boletín electrónico que el Colegio Oficial de Psicólogos envía periódicamente a los colegiados se publicó en día 07/07/2011 el artículo “Necesidad y utilidad de la intervención psicológica en pacientes con desórdenes emocionales en atención primaria”, cuyo enlace adjunto al final de esta entrada y que considero relevante para los psicólogos y para la población en general por las repercusiones que esto podría tener de cara a la mejora de la atención sanitaria que se hace dentro del Sistema Nacional de Salud:
En dicho artículo se explica que algunos de los problemas que llevan a las personas al médico de Atención Primaria están relacionados con problemas emocionales y de ansiedad y en tanto en cuanto estos problemas son de carácter psicológico, el tratamiento de elección debería ser una intervención psicológica desde una modelo teórico validado científicamente (como es la Terapia Cognitivo-Conductual, como señalan los autores) y no tanto la intervención farmacológica propia del modelo médico que sigue el Sistema Nacional de Salud. Los autores basan la defensa de dicho argumento en los datos que han ido recogiendo durante los últimos años y en la comparación en eficacia y eficiencia de las intervenciones en el Sistema de Salud español y el de otros países en los que la intervención psicológica, a diferencia de lo que ocurre en España, forma parte de los servicios de Atención Primaria.
Reflexionando sobre el tema, si el Sistema Nacional de Salud quiere dar una respuesta de calidad a todos los problemas de salud que afectan a la población española, nunca se debería dejar de lado la intervención en los problemas psicológicos, ya que lo psicológico influye de manera muy relevante en la salud global de los individuos y no podemos olvidar la interrelación existente entre lo físico y lo psicológico. En este sentido, muchas patologías físicas están relacionadas con problemas de carácter psicológico como pueden ser el estrés y otros problemas de ansiedad, las alteraciones del estado de ánimo, los problemas de la alimentación, los problemas de dolor crónico... Esto indica que los problemas de carácter psicológico tiene su vertiente física de igual modo que los problemas físicos (problemas tradicionalmente médicos) tienen su vertiente psicológica, pues en la medida en que los físico y los psicológico están relacionados y forman un todo, es lógico que esta repercusión bidireccional se dé. Si sabemos que esto es así, sería adecuado que el Sistema Sanitario Público en aras de mejorar la intervención en la salud, se contemplara la incorporación de la intervención psicológica como servicio básico ya desde la Atención Primaria (pues lo psicológico es igual de primario que lo físico cuando hablamos de salud), como de hecho se hace en otros países (Reino Unido, EEUU o Australia), en los  que se  ha demostrado que el tratamiento psicológico proporcionado ya desde esta primera etapa de atención en la salud es más eficaz y eficiente que el tratamiento farmacológico convencional.
Esto es así, porque, por seguir con los problemas de ansiedad o de alteración del estado anímico (englobándolos bajo alguna etiqueta, aunque los problemas siempre hay que analizarlos para cada caso) no se trata de enfermedades sino de PROBLEMAS PSICOLÓGICOS, pues son el resultado de variables del contexto de la persona como pueden ser ciertas condiciones de vida adversas (un divorcio, un despido, un trabajo muy estresante, una muerte de un ser querido, un mal momento económico o familiar, problemas escolares o de aprendizaje en un niño, problemas de relación con los demás…) en confluencia con una falta de habilidades para el manejo de los mismos. Si a unas variables ambientales estresantes o adversas que puede aumentar la probabilidad de que aparezcan problemas de afrontamiento le unimos un déficit de dichas habilidades para dar una respuesta satisfactoria a esas adversidades o situaciones problemáticas (lo que también funciona como una variable que predispone a que se genere un problema), con el tiempo, en la interacción de la persona con ese medio adverso, puede irse desarrollando un problema psicológico. Lo que la persona haga, piense o sienta en relación a esas situaciones adversas que se han producido o se están produciendo en su medio (fracaso laboral o escolar, presión laboral excesiva, una mala racha con la pareja, la muerte de un ser querido…) es lo que va diferenciar que la cosa derive en un problema o no lo haga.
Si lo que la persona hace, siente o piensa le ayuda a adaptarse a esa situación y a seguir adelante, no aparecerá un problema, pero si por el contrario, la forma en que la persona trata de dar respuesta a las demandas de su medio le impide adaptarse adecuadamente y le genera malestar, derivando en problemas de ansiedad o en alteraciones del estado de ánimo, por poner algún ejemplo (y siempre teniendo en cuenta que cada problema es único), estos problemas deben ser resueltos a través de una intervención psicológica, es decir enseñando a la persona (como se propone en el artículo) a manejar las situaciones contextuales adversas que han causado o están manteniendo el problema y a modificar y manejar esos estados emocionales, y esas formas de pensar y de actuar que están siendo problemáticas. Esto es: Enseñando a la persona estrategias de afrontamiento adaptativas.
Se ha demostrado que en la medida en que no se preste atención a las variables ambientales y a los comportamientos problemáticos en la intervención sanitaria, puesto que ambos son los que explican muchos de los problemas por los que consultan las personas, esos problemas se irán perpetuando y agravando en la mayoría de los casos, aún a pesar de estar recibiendo tratamiento farmacológico, y esto es así porque la persona no tiene en su repertorio habilidades o estrategias adecuadas para el manejo de las situaciones de su entorno. Y puesto que la causa de dichos problemas no es médica, sino psicológica, el tratamiento médico no tiene nada que decir, pues simplemente funciona como un parche que, como se explica en el artículo, “sólo reduce temporalmente el afecto negativo y/o la activación fisiológica, pero no modifica su origen” (que es de carácter psicológico: ciertas condiciones del contexto que la persona no sabe manejar o está manejando de una manera inadecuada). Como propone el autor del artículo este hecho puede ser el que explique las altas cifras de prevalencia de los Problemas Emocionales en Atención Primaria.
Para un mayor apoyo de estas afirmaciones, adjunto varios párrafos del artículo en los que se exponen datos de gran interés:
Los estudios epidemiológicos promovidos por la OMS muestran que dos tercios de los pacientes con trastornos mentales son atendidos en AP, donde el tratamiento farmacológico es el que, tradicionalmente, reciben los pacientes con Problemas Emocionales, el cual no está bien ajustado a la evidencia científica en la mayoría de los casos (sólo un tercio cumple los criterios de mínima adecuación). Por el contrario, es minoritario el tratamiento psicológico empíricamente validado (sólo el 0,9% de los pacientes con un trastorno de ansiedad recibe tratamiento exclusivamente psicológico y el 39% no recibe tratamiento), cuando precisamente el TRATAMIENTO PSICOLÓGICO de tipo COGNITIVO-CONDUCTUAL está considerado como el tratamiento de elección para estos trastornos. A estos datos se añade que, con el tratamiento convencional (farmacológico), se alcanza una alta tasa de abandono (después de las tres primeras visitas), así como de recaídas (tras concluir el tratamiento).
Por todo ello, en estos casos se encuentra que: (1) estos trastornos tienden a cronificarse y a desarrollarse nuevos desórdenes, dando lugar a una elevada comorbilidad con otras enfermedades mentales y/o condiciones físicas crónicas; (2) las personas que lo padecen suelen saturar las consultas de AP (frecuentación 19,1 veces superior a la de los ciudadanos sin DE, ni síntomas emocionales); (3) estos problemas producen un elevado grado de discapacidad (mayor que las enfermedades físicas); y (4) generan altos costes económicos (abuso y dependencia de psicofármacos, bajas laborales, incapacidad laboral transitoria, jubilaciones anticipadas, etc.), sociales (problemas familiares, dificultades para trabajar, etc.) y psicológicos.”
La saturación de las consultas médicas a la que se apunta en este último párrafo, es algo que yo misma he podido comprobar durante mi estancia como psicóloga en prácticas en un Centro de Salud Mental. Muchas de las personas que finalmente terminaban siendo derivadas a la especialidad de psicología habían estado pasando previamente por diversos especialistas, cuando la causa de todos aquellos problemas con una clara y REAL repercusión física, también tenía una importante vertiente psicológica que era necesario tratar. Los problemas físicos que el cuerpo manifiesta como consecuencia de estrés o de un bajo estado anímico muy prolongados en el tiempo, son reales y de ningún modo inventados, pero es muy probable que se reduzcan en la medida en que un psicólogo enseñe a la persona estrategias más adecuadas para manejar aquellos factores que fueron causantes y son hoy por hoy mantenedores de esos problemas. Esto, sin duda, a la larga reducirá gastos en el Sistema de Salud, aunque de entrada pueda generar costes y un gran esfuerzo en modificar el modo en que actualmente está concebido el Sistema Público de Salud. Como señala el artículo: “El sistema sanitario público español adolece de una serie de problemas, como bajo presupuesto sanitario (en relación al PIB), escasez de psicólogos y exceso de gasto farmacéutico (…) el número de psicólogos por 100.000 habitantes es 16,8 veces superior en Bélgica (32 vs. 1,9 en España), o un 76,1% inferior (en España) a la media europea (…). Somos el país de Europa con la mayor demanda de consultas a psiquiatría y psicología por Problemas Emocionales (43,8%). España es el cuarto país de la OCDE en consumo farmacéutico y el consumo de psicofármacos ha crecido al 6% anual en los últimos 5 años, periodo 2004-2009 (Ministerio de Sanidad)”.
El autor del artículo piensa que “una menor inversión en nuestro sistema sanitario, especialmente en el número de psicólogos, la falta de inversión en prevención (5%) o en tratamientos basados en la evidencia científica, podría estar favoreciendo una mayor hiperfrecuentación en AP por parte de los pacientes con Problemas Emocionales. Estas personas no reciben una atención sanitaria de calidad, puesto que no se curan, pero ni siquiera reciben información adecuada sobre sus problemas (el primer componente de los tratamientos eficaces) en los escasos minutos que dura la consulta. Este déficit, estaría siendo "subsanado" con un mayor gasto en psicofármacos (que supone sólo un 9% del gasto sanitario de los Problemas Emocionales). Este gasto farmacológico supone un despilfarro, por el alto abandono de tratamiento, en algunos casos, la automedicación que se prolonga durante años, en otros, el problema de las recaídas, la hiperfrecuentación, y, sobre todo, por la cronificación de problemas, para los que existe solución, como demuestra la evidencia científica (Solución Psicológica). Pero no debemos fijarnos sólo en el gasto farmacológico, sino en las consecuencias globales de no adoptar un tratamiento eficaz y eficiente, como han hecho ya otros países de nuestro entorno.”
Consultar el siguiente enlace para leer este artículo en Infocop:

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